domingo, febrero 08, 2009

Polita77

Salí de la cama con cuidado de no despertarla. Rescaté mi ropa y fui al salón a vestirme, recogí un poco el desorden y antes de irme eché un vistazo a su precioso cuerpo desnudo atrapado por el resultado de lo que parecía una batalla campal. Lamenté no recordar su nombre, por lo que ni me molesté en dejar anotado mi número de teléfono. Estaba demasiado cansado para no considerar a aquella monada como una conquista más.
Las gafas de sol nada pudieron hacer para que el fogonazo de la luz del mediodía encendiese un ligero dolor de cabeza, pero el simple hecho de pensar en volver a casa lo acentuaba, así que me metí en un bar cercano y pedí un Jack Daniel’s y unos churros. El desayuno me restauró el ánimo y me metí en un cibercafé a contactar con un ente virtual llamado Polita77 a quien llevaba rondando unas dos semanas, no sin reservas, pues en alguna ocasión me lancé de lleno a la conquista y luego, en la cita clave descubría a un divorciado de brazos peludos y mirada torva o a un tipo exactamente de mi misma calaña, así que no estaba dispuesto a llevarme más quebraderos de cabeza. Eso sí, gracias a aquellas enseñanzas descubrí que el mejor sitio con diferencia para lanzar mis redes de seducción eran los cibercafés; si me aburría en el chat, que ocurría con bastante frecuencia, miraba alrededor, elegía un ordenador próximo al de una chica y fingía no entender su manejo (el del ordenador) pidiendo su ayuda (la de la chica). Una de las excepciones en que me divertí en el chat contacté con Polita77 y quedé cautivado. Era una persona brillante, con gran sentido del humor. El pensar que pudiera ser cualquiera que no fuera una chica me producía una desazón desconocida para mi, pero no podía reprimir la agitación que sacudía mi pecho el encontrar su nombre en un foro o en un chat.
Antes me acerqué a la máquina de bebidas, saqué una cerveza y de paso oteé por la sala por si había algo interesante que abordar antes de hundirme en el mundo del absurdo con Polita77, aunque ya estaba inmerso en él porque di una vuelta bastante sospechosa por el café. Estoy perdiendo discreción o mi edad se va distanciando cada vez más de la media de mis potenciales conquistas, quién sabe. Me conecté y allí estaban: Polita77 y mi corazón entusiasmado dándome codazos y dictándome las frases más descaradamente románticas que conocía. Pero no estaba dispuesto a arruinar una posible cita aventurándome por terrenos desconocidos. Me temblaban los dedos y no sabía cómo empezar. Tampoco me servían los recursos conocidos y empleados hasta la saciedad; con ella era distinto. Fue ella quien empezó, y, si no era suficiente con mi falta de recursos, tomó la iniciativa y propuso utilizar la webcam. Estaba dispuesta a romper la magia de estas dos semanas. No me dio tiempo a contestar que mejor no, que yo no tenía webcam, cuando mostró en un mensaje el icono que debía aceptar para empezar a verla en pantalla, para descubrir quién era realmente Polita77. Dudé unos segundos, que seguramente se le hicieron eternos, y calibré el riesgo de aceptar: si no me gustaba podía desconectarme, buscar un sitio para comer y largarme a casa, pero, ¿y si la echaba de menos? Era una persona adorable; si resultaba ser un hombre no sabría cómo afrontarlo, porque si seguía relacionándome con él podría adentrarme en una crisis de carácter sexual que no estaba seguro de poder afrontar, y si desconectaba... Bueno, si desconectaba no dejaría de ser una anécdota que, superada, podría resultar divertida. Al final acepté, más por morbo que por otra cosa y apareció en pantalla una chica más o menos de mi edad. Era guapa. Cuanto más la miraba más guapa me parecía. En ese momento me di cuenta de que no presto mucha atención a la cara de las mujeres, y como Polita77 solo ofrecía su rostro (el hecho de ser finalmente una chica me llenó de júbilo) me recreé en él y me pareció precioso: no dejaba de sonreír y a pesar de ello mostraba unos ojos enormes y negros, creo, pues la imagen no era muy buena, y una boca enmarcada por unos labios carnosos. Dejó de sonreír, confusa por mi demora en contestar, y al contraerse sus labios casi sufro un colapso. Definitivamente era preciosa; lo que me hacía experimentar algo desconocido en mi pecho era que fuese una persona tan interesante, tan graciosa, con esa imaginación y tan creativa.
Algo en la pantalla donde aparecía Polita77 me resultaba familiar, y era la máquina de bebidas que tenía detrás, lo que me animó a ir a por otra cerveza. Volviendo a mi asiento, miré hacia la máquina y al sentarme y observar la imagen en el monitor me di cuenta de que era la misma, de que Polita77 estaba sentada justo enfrente de mí. Nos habíamos encontrado casualmente en aquella cafetería. Parecía nerviosa, y caí en la cuenta de que todavía no había empezado a escribir. Desde ese momento me recreé en la alternancia del sonido de los dos teclados: al segundo de dejar de sonar el suyo aparecía su texto, y viceversa. Parecía una conversación paralela a la nuestra. Era muy divertido. Me dijo que no era justo que yo pudiera conocer su cara y ella la mía no y estuve tentado de conectar la webcam para mostrarme pero, ¿qué prisa tenía? Me contuve y seguí disfrutando del momento. Le dije que no tenía webcam, pero que me haría con una. A esas alturas mi corazón había dejado los codazos y amenazaba con pararse si no lanzaba una ofensiva romántica, pero estaba demasiado excitado para romper la magia. Ella se había arriesgado, pero yo me iba a arriesgar más, a mí manera. No me importaba seguir yendo a aquella cafetería y continuar con el juego un tiempo. Quién sabe, quizá me acerque un día y le diga que no sé manejar el ordenador.