viernes, octubre 31, 2008

Libre

Me despertaron los descontrolados, y os aseguro que sinceros gemidos que Sharon emitió al otro lado de la pared, por no hablar de los rítmicos golpes de la cabecera de la cama, que desplazaron la mía hasta el centro de la habitación. Esto me proporcionó el más vigoroso de los priapismos. Así que, empecé el día liberando tensión y con una estúpida sonrisa dividiendo mi cara en dos. Al otro lado de mi habitación Enrique tarareaba algo alegre a dos voces. ¿Cómo lo hará? Este tío no es un loco, es un genio.
En el comedor reinaba el murmullo habitual. Tomé una bandeja, recibí mi nauseabundo aunque nutritivo desayuno y me senté en una mesa desocupada. Al momento aparecieron Sharon y Raimundo resplandecientes. Tomaron su alimento y vinieron a mi mesa. Señalando las dos sillas frente a mí dijeron:
-¿Están libres?
Entonces se me iluminó el rostro y, satisfecho contesté:
-Amigo, soy libre.

domingo, octubre 26, 2008

Componiendo La Huida II

La noche que decidí fugarme era la libre de Gladys. Graham no había vuelto a dar señales de vida. Cabía la posibilidad de que le hubieran encontrado dormido en el almacén o que Gladys hubiera informado sobre su locura, por lo que le habrían sancionado como mínimo. Poniéndome en lo peor, no estaba dispuesto a esperar a que apareciese otra vez por mi cuarto, así que, fui a buscar al 609. El simple hecho de pensar dónde ir fuera de aquí me producía dolor de cabeza. Estaba seguro de que en mi antiguo trabajo no se acordarían de mí, además, dudo que me volviesen a contratar. Es difícil reinsertarse en la sociedad cuando has estado un tiempo fuera de ella por algo que ha puesto en peligro tu vida y la de los demás.
Como había imaginado fue muy fácil salir, pero cuando me paré frente a la puerta principal no ví motivos para abandonar el edificio. Pensaba en las palabras de Raimundo y en lo indefenso que me sentiría fuera de aquí. En el centro psiquiátrico era un loco más, y cada una de nuestras excentricidades tenían cabida y, aunque pensaba que fuera no había ni una persona cuerda, lo que me tenía allí encerrado era el no ajustarme a unas normas que realmente nadie aceptaba, pero todos acataban. 609 tarareó una música que me entristeció. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan triste. Pensaba que seguramente me estaría perdiendo un sin fin de aventuras mientras siguiese allí abajo. Ni siquiera esperé a que alguien me atrapase, y dudo que ocurriera, porque los pocos que pasaban a mi lado no reparaban en mi presencia, ni en la de 609, que no dejó su musical gorgoteo en ningún momento. A la hora y media, viendo que nadie me hacía caso, volví a la sexta planta donde saludé a los celadores. Ninguno de ellos era Graham y a ninguno le pareció mal nuestra excursión. Así que, entré en mi habitación y sacié mi sed de aventuras con un sueño reparador.

martes, octubre 21, 2008

Raimundo ingresa en mi ex

Aquella mañana me encontré a Raimundo desayunando y me senté en la misma mesa, delante de él.
-¿Te importa que me siente aquí?
-Adelante.
-¿Qué es esa basura que comes?
-Lo mismo que vas a desayunar tú.
Dando por concluidos los saludos iniciales, continué por donde quería llevar la conversación.
-Me alegra que podamos hablar a solas. ¿Va a venir Sharon?
-Sí, no creo que tarde. Además, le va a interesar el tema, ¿no?
-No se. Lo vuestro lo tengo asumido y, aunque me sigue produciendo cierta
desazón escucharos cada noche fornicar como animales, me alegro de que mi ex
novia parezca rehabilitada y de que haya rehecho su vida con un
amigo.
-Sinceramente no puedo creer que siguas enamorado de ella. Por Dios, Murray,
que te ha intentado matar un par de veces, que si no llega a ser por el pobre
Wuan estarías muerto.
-Joder, me siento culpable de que esté aquí dentro.
-La diferencia es que lo tuyo fue un accidente y esto dos atentados. ¿Lo
entiendes?
Raimundo no entendía el motivo de mi desazón y continuó intentando sacarme de mi ansiedad.
-Realmente, es ahora cuando pienso que no estás bien de la cabeza. Al principio
me parecía injusto que te hubieran traído aquí, pero creo que este es tu sitio tanto
como el nuestro. Y Sharon simplemente perdió la cabeza, como podía haberse
estado lamentando de vuestra dramática ruptura hasta rehacer su vida, pero si
está aquí es porque está tan loca como los demás, y ha llegado ahora por estos
incidentes, como podía haber perdido la cordura tarde o temprano por cualquier
razón.
-Joder, qué fácil se ve así.
-¿Verdad?
-Siento haber desconfiado de ti.
-No tenemos porque alejarnos el uno del otro, y esto nos viene bien a los tres:
Sharon está más centrada, en una sola cosa, pero está centrada; tú puedes estar
más tranquilo, menos amenazado; y yo he encontrado la forma de controlar un
poco mi poder mental y me lo estoy pasando de lujo con la moza. Y me consta
que ella también conmigo.
-¿Amigos?
-Claro.
-¿Te vas a comer esa inmundicia?
-Sí.

Sharon no tardó en aparecer. Su rehabilitación no incluía el cuidado del aspecto físico, e hizo acto de presencia completamente despeinada, con una camiseta de superman y con unos calzoncillos de su amante. Por un momento temí lo peor e imaginé que Raimundo llevaría las bragas de Sharon. Asomé la cabeza por debajo de la mesa y comprobé que me equivocaba. No llevaba puestas las bragas de Sharon, no llevaba nada puesto. El miembro viril apoyaba su cabeza exhausta sobre la silla, aunque había tenido la deferencia de colocar una servilleta sobre ésta para evitar la vergonzosa condensación, amén de otras humedades que produciría su entrepierna. De repente, como si mi indiscreción hubiese despertado a su pene, comenzó a desperezarse y a erguirse cruzando nuestras miradas y desafiándome en una demostración de fuerza que me ofendió. Incluso levantó otra servilleta que reposaba sobre uno de sus muslos hasta encontrar la parte de debajo de la mesa y atraparla entre esta y su cabeza. Sharon estaba besando dulcemente a Raimundo y de ahí su excitación. Además no llevaba sostén y sus pechos, que con el latir de su corazón ante la caricia de los labios de Rai, saltaban rítmicamente debajo de su camiseta creando lógica inquietud en el comedor. Yo estaba ocupado con mi inquietud y no sufrí los efectos de los pechos de Sharon, que Dios mantenga firmes por mucho tiempo.

sábado, octubre 18, 2008

Sharon rompe la monotonía, una vez más

Esta semana han traído a Sharon a nuestra planta, a nuestro pasillo, pero afortunadamente está la habitación de Raimundo entre la suya y la mía. No ha dado guerra ni ha salido de la habitación. Raimundo y Gladys tenían razón, está muy tranquila. De esa manera he podido disfrutar de las visitas nocturnas de Gladys, cuya capacidad amatoria no tiene límites. Espero que no se aburra de mí.
Con todos estos acontecimientos se me había olvidado la idea de fugarme, y si seguía pensando en ello era por continuar la racha de aventuras. Estaba tan eufórico que me creía capaz de cualquier cosa.
Y no paró el trajín. Cuando pudo salir Sharon, se notó, y de qué manera. Después del desayuno fuimos a visitar a Wuan, y junto a su cama estaba Sharon. El ex ministro norcoreano estaba debatiéndose entre la depresión y el miedo por recibir la siempre temida visita de Sharon, completamente arrepentida de sus actos, que sujetaba la mano del oriental pidiéndole sinceras disculpas. Una fría punzada me atravesó de arriba abajo al encontrarla allí. No supe asimilar la razón exacta de esa sensación. Por un lado tuve miedo, pues era la tercera vez que nos encontrábamos en el Centro, y en las dos anteriores estuve a punto de morir; por otro lado sentí un hormigueo en el estómago que hacía tiempo que no experimentaba y que me resistí a reconocer como amor o algo parecido; y en último lugar percibí el miedo que sentía Wuan, rememorando el afilado y certero navajazo en su costado. Una orgía de empatía que me puso de muy mal humor, pues suficiente tenía con aquellos sentimientos hacia Sharon como para empezar a sentir el sufrimiento de Wuan como mío propio. Lo peor que me podía pasar era encontrarme con ella sin saber aún si la amaba o la odiaba. Y lo peor que le podía pasar a Wuan es lo que ocurrió a continuación: Raimundo volvió a perder el control de su mente y convirtió el pijama de Sharon en un vestido sobrio y elegante, pero dotado de un generoso escote, casi tan generoso como el tamaño de sus pechos. Esto no impresionó a Wuan, supongo que el miedo le visitó con un atuendo más provocativo. No contento con el cambio de vestuario y excitado por su resultado, Raimundo lo transformó en un traje de baño de quitar el hipo, lo que nos provocó una erección instantánea a los hombres allí reunidos, y además, la pérdida del control de los esfínteres de Wuan, que volvió a temer por su vida. El pequeño norcoreano entró en parada cardiorrespiratoria y nadie tuvo la suficiente capacidad de reacción para poner en marcha el mecanismo de alarma, o para interesarse por él. La confusión volvió a aparecer y, mientras Wuan dejaba de vivir, los demás corríamos en círculo por la habitación, hasta que fue Raimundo quien la atrapó y besó apasionadamente. Algo confusa al principio, Sharon se dejó llevar por el efecto afrodisíaco que su traje de baño nos causó, y lanzándose en plancha sobre Raimundo se unieron en amoroso y escandaloso vínculo. Fue la enfermera quien accionó el timbre de emergencia y socorrió al ex ministro, eso sí, sin poder evitar los sofocos.
Wuan sobrevivió una vez más y prohibieron toda visita por bienintencionada que demostrara ser.
Ya en mi dormitorio me di una ducha fría y pasé el resto del día lamentando mi mala suerte. No me quitaba de la cabeza a Sharon, aun habiendo demostrado su peligro en cada aparición. Y además sentía que entre Raimundo y yo se estaba abriendo un abismo. Acunado por mi tristeza me quedé dormido hasta que apareció Gladys nada más empezar el turno. Al menos no pasé la noche solo.

sábado, octubre 11, 2008

Graham peso muerto

Gladys es una persona muy dulce, de maneras suaves. Rara vez levanta la voz ni pierde los nervios y en situaciones tensas te lleva sin que te des cuenta hacia su terreno, lo que revienta al pobre Graham. Le cuesta muchísimo pasar de un estado de agitación a una calma total, y parece que no sabe desenvolverse en situaciones de calma si no tiene el control.

-Te acaba de “colocar” la jefa, Graham, le dije con sorna.
-No es ninguna jefa, cariño.
-¿Qué me has llamado?
-Que no es ninguna jefa, es una simple enfermera.
-Que, qué me has llamado.
-No te entiendo.
-Oye ¿en qué habitación estás tú?
-¡Me cago en dios!

Imagino que perdió el control al no recibir su extravagante y a todas luces ilegítima dosis habitual de sexo. Estaba como una cabra. Los médicos de este centro se pasan las horas estudiando la conducta de los internos y tienen en la plantilla al peor y con el que seguro podrían aprender muchas cosas de cara a evolucionar en su profesión. Graham me dijo “cariño”, licencia que no le permito ni a mi novio, en caso de que lo hubiera tenido alguna vez. Le pedí explicaciones y no se dio por aludido, así que se echó sobre mí volviendo al forcejeo donde lo habíamos dejado. Cuando empecé a sentir miedo, faltándome el aire debajo de él, apareció otra vez Gladys con una jeringa cargada. Entonces Graham retiró sus ciento veinte kilos de peso de mis costillas confiado de que iba a tenerme a su entera disposición –por fin nos pusimos de acuerdo en algo, yo también lo pensé- y Gladys le clavó la jeringa en el muslo. De la mezcla del miedo porque la inyección me fuera destinada y la alegría por sentirme finalmente libre me oriné encima.

-¡Ay, pobre! Exclamó Gladys maternal.
-¿Pobre? Estaba a punto de aplastarme, por no hablar del revolcón que me
esperaba en cuanto me redujese.
-¡Qué no, tonto! Si es por ti, que te has meado encima.
A pesar del olor me abrazó como a un niño y continuó:
-Venga, cógele de las piernas y ayúdame a llevarle al almacén de farmacia.
-No creo que ese sea un buen sitio para dejarle. ¿No hay habitaciones vacías en
esta planta? Merece estar encerrado más que muchos de nosotros.
-Tiempo al tiempo, sé perfectamente lo que te ha hecho cada noche y sólo
necesito encontrarle en plena infracción.
-¿Infracción? Y qué le puede caer, ¿una multita? Joder, ¡lleva abusando de mí
desde el coma! Ese, por lo menos, debería quedarse interno y atado.
-Debió perder la cabeza entonces, doblando turno durante tanto tiempo y con un
comatoso como única compañía.
-Ya.

Nunca me había sentido tan emocionado al participar en un asunto turbio como el de mover a Graham y esconderlo por ahí, y cuando llevábamos recorrido la mitad del pasillo nos dimos cuenta de que esa emoción la estaba causando el de la habitación 609 con algo intenso, dando dramatismo a la escena. Con la pelea se despertó y creyó oportuno acompañarnos. Aceptamos repuestos del sobresalto con la amenaza de que lo próximo que fuera a tararear sería el sonido de cuchilladas abriéndose paso por su vientre. Pronto esa emoción se convirtió en deseo y, en presencia de Graham, pero no en la del ameno acompañante, hicimos el amor en el almacén hasta caer exhaustos. Si alguien hubiera entrado en ese momento hubieran pensado que se trataba de una sedación en masa.
Con temblor en las piernas volví a la cama y conseguí dormir del tirón. No sabía si Graham iba a volver a molestarme lo que quedaba de noche, pero esperaba que le descubrieran durmiendo en horario laboral y le abrieran un expediente. Me arrepentí de haber actuado como un crío cuando casi nos descubre mi enfermera favorita, porque inconscientemente nos separamos en el momento en que entraba y, aunque había signos evidentes de lucha, no pudo ver nada, sabiendo como sabía perfectamente lo que pasaba con el celador.
Por la mañana me despertó el arrebato musical del 609 nada más levantarse. Ojalá pudiera hacer como con un despertador, golpearle para que suene dentro un rato.
¿Tendrán banda sonora sus sueños?

jueves, octubre 09, 2008

Graham me dice cosas bonitas al oído

Después de cenar, me dormí hasta que el sonido de la puerta me despertó. Me dio un vuelco el corazón convencido de ver a Gladys, con su uniforme blanco, su escote amplio y sus pantalones ceñidos sobre esos muslos turgentes. Al momento di muestras de mi hipersensibilidad tensando el pantalón del pijama. Pero quien entró con tanto sigilo fue Graham, confirmando todos mis temores de haber sido violado cada noche, menos la anterior, supongo, por pasarla con Gladys. Al verme se sorprendió, por encontrarme despierto y tan excitado. Si no hubiera sido por esta última razón se hubiera largado corriendo de allí, pero mi erección le hizo titubear y finalmente atacarme.

-¡Lo sabía!, grité forcejeando para desasirme de sus enormes manos.
-¿Qué sabías, Murray? No sé de qué me hablas. Yo te gusto. Me lo demostraste
en la UCI.
-¡Estaba en coma, tarado!
Conseguí reducirle no sin esfuerzo y en ese momento escuchamos a alguien aproximándose por el pasillo. Como dos críos temiendo la riña de un mayor nos quedamos sentados uno al lado del otro en la cama como si no pasara nada. Entonces entró sobresaltada Gladys, sus carnes trémulas bajo el uniforme, y gritó:
-¡Qué está pasando aquí!
En actitud de estar manteniendo una amistosa conversación, pero totalmente despeinados, con los rostros colorados por el desgaste durante el forcejeo, mi pijama y su uniforme retorcidos y un calor sofocante dentro de la habitación se nos ocurrió decir al mismo tiempo:
-No, nada.
-Estábais gritando. Se oía palabra por palabra, y conozco perfectamente lo que le
estuvo ocurriendo a Murray en hospitalización, dijo mirando fijamente a
Graham. En ese momento no tuve claro quién de nosotros dos era el loco.

domingo, octubre 05, 2008

Componiendo la huida

Gladys salió de mi dormitorio antes de las ocho, hora del cambio de turno, y yo me quedé dormido hasta la hora de comer. Me levanté con un hambre voraz. Fui a buscar a Raimundo y le encontré en el comedor, con aspecto desastroso.

-Tienes mal aspecto.
-No he pegado ojo. Localicé a mi atleta, desnuda. Luego volví y te anduve
buscando. No sé dónde diablos mandé la ropa de la checa y nada de lo que le
prestaba le valía. Luego pensé en la ropa de Gladys, la enfermera, y la
posibilidad, con tu ayuda, de conseguir alguna bata. Al parecer la ocasión era
propicia, porque supongo que tuvo su uniforme tirado al pie de tu cama toda la noche, ¿no? Por el escándalo que se oía en tu habitación parece que lo pasaste bien.
-Lo siento, Raimundo. Ni siquiera te hubiera atendido conscientemente, porque
no me he enterado de nada.
-Quién lo diría.

La conversación era interrumpida constantemente por otros internos que me vitoreaban por la noche que suponían que había tenido. Entonces le insinué mi idea de la fuga.

-¿Has pensado en la huida? -le pregunté-
-¿Tú crees que puedo vivir fuera de este lugar? Es el único sitio donde
puedo perder el control de mis poderes mentales sin que a nadie le moleste.
Además, no sabes cómo era antes de entrar aquí. Ahora estoy más tranquilo, sea
por la medicación o porque me siento más libre. Se que suena incongruente, pero
así es como me siento.
-La verdad es que el episodio de anoche me ha hecho cambiar el punto de vista. Ahora mismo, lo único en lo que pienso es en volver a ver a Gladys.
-Por Dios, tiene casi cincuenta años.
-Pues no sabes de lo que es capaz -intenté defenderme.-
-Por lo visto tú tampoco, chato.

A pesar de la intención ofensiva de las palabras de Raimundo, actué
como si no me hubiera enterado.

-Pues yo tengo curiosidad de saber si es posible huir de aquí, sólo saber si es tan
fácil como parece.
-Estás loco, Murray.
-¿Perdona?

Después de comer me encerré en mi habitación con la idea de fugarme palpitando en mis sienes. Recorrí toda la planta, anoté dónde se encontraba cada almacén, lo que se veía desde las ventanas de cada costado, la situación de los ascensores, de las escaleras, el área de descanso de los celadores y las enfermeras, y llegué a la conclusión de que mi plan se limitaría a salir en dirección a las escaleras y abajo alcanzar la calle.
Hecho el análisis volví a mi dormitorio y me distrajo un tarareo incesante que venía de la habitación de al lado. Visualizando el recorrido escuchaba una música que me ayudó a escenificarlo en mi cabeza. Era como si alguien estuviera componiendo la banda sonora de la película de mi evasión e hizo que la fe en mis posibilidades aumentara. Pero la curiosidad pudo con la emoción y sigilosamente me puse a investigar de dónde venía. En cuanto empecé a buscarla cambió la música trepidante de huida por algo con una mezcla de intriga y comicidad, violines punzantes marcaban mis prudentes pasos. Cuando agarré el pomo de la puerta 609 cesó el tarareo haciendo interminables los segundos; lo solté despacio y empezó a sonar progresivamente; lo cogí de nuevo y la música me acompañó de golpe para volver a callar y tensar una vez más la escena. Una gota de sudor surcaba mi rostro helado. Era fascinante. Abrí de golpe y un tarado emitió un sonido estridente que me empujó hacia fuera y me tiró al suelo. Cuando conseguí levantarme corrí hacia la escalera, y por el tercer piso, con el vecino pisándome los talones sin cesar su tarareo de persecución, paré en seco, paró él y su música y rompimos a reír sentados en la escalera. Es increíble cómo aumenta el miedo si le acompaña la música adecuada. No conseguí saber su nombre porque no sabía comunicarse de otra forma que no fuera con la música ambiente. Sin darme cuenta había hecho un simulacro de huida y seguro que este loco genial me acompañaría dando dramatismo, porque sin él, teniendo en cuenta lo fácil que resultaría salir, la aventura no tendría ninguna emoción.