jueves, octubre 09, 2008

Graham me dice cosas bonitas al oído

Después de cenar, me dormí hasta que el sonido de la puerta me despertó. Me dio un vuelco el corazón convencido de ver a Gladys, con su uniforme blanco, su escote amplio y sus pantalones ceñidos sobre esos muslos turgentes. Al momento di muestras de mi hipersensibilidad tensando el pantalón del pijama. Pero quien entró con tanto sigilo fue Graham, confirmando todos mis temores de haber sido violado cada noche, menos la anterior, supongo, por pasarla con Gladys. Al verme se sorprendió, por encontrarme despierto y tan excitado. Si no hubiera sido por esta última razón se hubiera largado corriendo de allí, pero mi erección le hizo titubear y finalmente atacarme.

-¡Lo sabía!, grité forcejeando para desasirme de sus enormes manos.
-¿Qué sabías, Murray? No sé de qué me hablas. Yo te gusto. Me lo demostraste
en la UCI.
-¡Estaba en coma, tarado!
Conseguí reducirle no sin esfuerzo y en ese momento escuchamos a alguien aproximándose por el pasillo. Como dos críos temiendo la riña de un mayor nos quedamos sentados uno al lado del otro en la cama como si no pasara nada. Entonces entró sobresaltada Gladys, sus carnes trémulas bajo el uniforme, y gritó:
-¡Qué está pasando aquí!
En actitud de estar manteniendo una amistosa conversación, pero totalmente despeinados, con los rostros colorados por el desgaste durante el forcejeo, mi pijama y su uniforme retorcidos y un calor sofocante dentro de la habitación se nos ocurrió decir al mismo tiempo:
-No, nada.
-Estábais gritando. Se oía palabra por palabra, y conozco perfectamente lo que le
estuvo ocurriendo a Murray en hospitalización, dijo mirando fijamente a
Graham. En ese momento no tuve claro quién de nosotros dos era el loco.

No hay comentarios: