martes, febrero 09, 2010

FELIZ AÑO NUEVO

4. SEGUNDO INTENTO

Paquita apagó repentinamente su risa. Acababa de romper aguas. Ahora la risa era de Bernardo. Lo que le faltaba a Manuela, que golpeó el costado de su marido de un codazo y corrió a por unos paños y un cubo de agua. Bernardo exclamó:
-“¿Dónde vas? ¿Piensas hacer de matrona?”
-“No, idiota, voy a limpiar todo esto.”
El llanto de Úrsula se unió a la escena contagiando a su abuela, que con el cubo en una mano y los paños en otra se sentó junto a su nieta y rompió a llorar, liberando por fin toda la tensión acumulada. En ese momento el único que mantuvo la calma fue Paco, que cogió del brazo a su mujer y se la llevó al hospital. Ya en el coche le dijo a su mujer:
-“Si ese charco que has dejado en el suelo de casa solo es orina, te lo agradezco porque no soportaba más esa jaula de grillos y no sabía cómo salir sin quedar como un niñato irresponsable. ¿Y ella te llama primeriza? Ni que fuera su primer nieto.”
-“Ay, Paco, date prisa.”
Al llegar a Canillejas se volvieron a encontrar el tráfico colapsado. Paco sacó un pañuelo del bolsillo, lo sujetó a la puerta con la ventanilla y continuó por el arcén haciendo sonar el claxon con frenesí. Al llegar al control el mismo policía que les “desatendió” hacía unas horas les dio el alto:
-“¡Qué coño pasa aquí!”
No dijo nada más. Cuando les reconoció les dio acceso y la enhorabuena. Paco iba pensando que al precio que se estaba poniendo la gasolina el crío les iba a salir por un dineral con tanto viaje.
Cuando aparecieron en la puerta de urgencias vieron en el mostrador a la misma enfermera del primer intento, que al verles llegar se apresuró con una silla de ruedas hacia su encuentro. Tras sentarse Paquí en la silla, la enfermera le dijo a Paco que esperase y que enseguida le informarían. Todavía llevaba puesto el gorrito festivo.

martes, febrero 02, 2010

FELIZ AÑO NUEVO

3. PRIMER INTENTO (2)

A las siete de la mañana Merche y Antonia se introducían en el coche para ir al trabajo.
-“Buena forma de empezar el año”, rompió el hielo Merche, que no parecía haberle afectado el desgaste de la noche.
Antonia contestó con un gruñido y apoyó un trapo con hielos en su cabeza. Después dijo:
-“Sólo espero que la gente se dedique a dormir la mona y no a pintarla, porque
no estoy en condiciones de atender a nadie.”
En la radio del coche hablaban de la crisis económica que invadía el país desde Oriente Medio. Merche iba traduciendo los análisis de los expertos y se quejaba de la subida del precio de la gasolina. Hablaban del aumento que alcanzarían ese año de los precios de primera necesidad. Antonia pensó que en Alemania no irían las cosas mejor, por lo que Julián volvería pronto a su lado. Esto le levantó el ánimo y el aire frío que se colaba por la ranura de la ventanilla le despejó ligeramente.
La mañana transcurrió sin apenas sobresaltos. Tan sólo un par de accidentes de tráfico y algunos comas etílicos, por lo que apenas sufrió a pesar de la resaca. Después de comer, Merche le sugirió que buscara un sitio apartado y se echase a dormir, y Antonia así hizo. Estaba tan agotada que le costó quedarse dormida, pero finalmente lo consiguió.
A media tarde apareció por la sala de descanso del personal de urgencias donde sus compañeros celebraban, una vez más, el Año Nuevo. Pero esta vez no iba a probar ni gota de alcohol, lo tenía muy claro. Eso sí, no pudo zafarse del acoso al que le sometieron para colocarle un capirote de colores y un mata suegras a juego. Con el aspecto que tenía a esas horas y haciendo sonar el artilugio componía una estampa lamentable.
En ese momento apareció una embaraza acompañada de su joven marido. Con el mismo aspecto les recibió y sin quitarse el mata suegras de la boca dijo:
-“Nombre.”
-“Buenas tardes”, respondió la paciente sin haber entendido nada.
Antonia se quitó el mata suegras con una sonrisa y continuó:
-“Dígame su edad, señora Tardes.”
A la embarazada no pareció afectarle la sorna empleada por Antonia, y sin inmutarse contestó:
-“Francisca López Díaz. 27 años.”
-“¿Qué le trae por aquí?” Antonia aceptó el reto dialéctico, pero la paciente le llevaba ventaja.
-“Pues, vengo a tener un niño”, La sonrisa de Antonia se trasladó a la cara de Francisca, que continuó diciendo:
-“Tengo contracciones cada poco.”
Al notar que la embarazada bajaba la guardia, Antonia contraatacó:
-“Y eso cada cuánto es.”
-“No lo sé. Poco.”
Al parecer, la tensión creada entre las dos mujeres sólo la padecía el acompañante, que resoplaba presa del pánico. Entonces dijo:
-“Señorita, llevamos dos horas metidos en el coche...”
-“¿No había otro hospital más cerca?”
-“Nos ha pillado un control policial. Por lo de Carrero, ya sabe.”
La intervención del futuro padre pareció enfriar los ánimos, pero Antonia, aprovechando esta circunstancia, volvió al tono inicial:
-“Lo siento, pero aquí no la podemos tener. Yo no veo que esté usted para dar a
luz. Vuelva cuando tenga contracciones cada menos.”
-“¡Toma Ya!”, se sorprendió Francisca.
-“Ni Feliz Año ni nada”, concluyó su marido mientras tomaban la puerta de
salida.