domingo, junio 21, 2009

Claire, Maurice, Maurice y Claire

Entraron los dos a la vez.
- ¿A qué planta va? –Preguntó Claire.
Maurice no contestó. La miró fugazmente, pulsó el botón número 21 y se apoyó en el espejo del fondo. Como ella le observaba, dio media vuelta.
La joven llevaba un atuendo minúsculo. Su pecho asomaba ligeramente en un amplio escote enmarcado por los brazos cruzados. Maurice la miró a través del espejo. Claire sonrió.
La gente fue llenando el ascensor. Agobiado, Maurice fijó la vista en el panel electrónico que indicaba la planta en la que se encontraba. A través del espejo la numeración era completamente desordenada. La planta 2 se convertía en planta 5 y viceversa; la 3 en E, de entreplanta. Únicamente en las plantas 1 y 8 coincidían ambos ascensores, el real y el del espejo.
El reflejo doblaba el número de ocupantes y le atrapaba entre las dos multitudes. Cada persona o grupo que entraba le hacía sentir como si estuviese encerrado en una habitación cuyas paredes iban a aplastarle. En el piso nº8, desesperado, pensó en salir y tomar las escaleras, pero ello supondría atravesar el tumulto, tanto el de un lado como el del otro, y no podía soportar la idea de hacerlo. Claire, mientras, se iba apretando más contra su espalda.
Maurice se estaba acostumbrando a la multitud gracias al espejo. A través de él las personas le parecían inofensivas, tanto como los matones de una película de televisión o las arañas dentro de un recipiente de cristal. El reflejo de Claire no le impresionaba, incluso le divertía su provocación. En el espacio simétrico lo diestro se volvía zurdo; lo serio, desenfadado; lo oscuro, claro. Maurice se veía incluso feliz.
El ascensor se fue vaciando hasta que sólo quedaron ellos dos. En un primer momento se sintió indefenso, desprotegido. Aquella mujer le imponía más que una avalancha de gente. Entonces, pidió ayuda a su yo del otro lado. Éste se mostraba inmune a la actitud sumisa de Claire, que imploraba atención:
- Déjate de juegos y bésame, por favor.
Él accionó los músculos de su cara hasta conseguir una mueca, algo que ella interpretó como una sonrisa, y dijo:
- No seas estúpida.
Ella agarró sus hombros y le agitó.
Él guiñó un ojo a Mauricio y le sonrió.
- ¡Dime que no me quieres, que no me deseas! ¡Acaba con esto de una vez! –Volvió a la carga ella.
El reflejo de Maurice se mostraba impasible a las súplicas.
Maurice y Claire estaban ahora frente al espejo mirando la escena. A Claire le hacía mucha gracia la indiferencia del reflejo de Maurice, y daba la impresión de que éste estaba encantado de seducirla. En cambio, Maurice se sentía muy avergonzado por su actitud con el reflejo de Claire al otro lado, siempre al borde del llanto, y se recriminó la falta de consideración:
- ¿Por qué eres tan imbécil?
- ¿Por qué no habría de ser como soy? ¿Por qué eres tú de esa manera, y no al revés? –Contestó su simétrico.
El reflejo de Claire dio las gracias a Maurice con una mirada, pero no dijo nada. Sí hablo Claire:
- Lo que tienes que hacer, nena, es dejar que corra el aire entre los dos. Enterarte de una vez que de que ya no le interesas. Y tápate un poco, que estás ridícula.
El panel indicaba que sus dobles habían llegado a la planta 15, lo que quería decir que Mauricio y Claire ya estaban en su destino, en la 21. Uno enfrente del otro, Claire y el reflejo de Maurice se atusaron la melena y el pelo respectivamente, dieron un amplio repaso a su aspecto, sonrieron y salieron del ascensor. Maurice y el reflejo de Claire apuraron hasta el cierre de puertas. Se miraron a los ojos y juntaron las manos separados por el espejo. Después sonrieron y salió cada uno por la puerta de su ascensor, a punto de cerrarse.