sábado, octubre 18, 2008

Sharon rompe la monotonía, una vez más

Esta semana han traído a Sharon a nuestra planta, a nuestro pasillo, pero afortunadamente está la habitación de Raimundo entre la suya y la mía. No ha dado guerra ni ha salido de la habitación. Raimundo y Gladys tenían razón, está muy tranquila. De esa manera he podido disfrutar de las visitas nocturnas de Gladys, cuya capacidad amatoria no tiene límites. Espero que no se aburra de mí.
Con todos estos acontecimientos se me había olvidado la idea de fugarme, y si seguía pensando en ello era por continuar la racha de aventuras. Estaba tan eufórico que me creía capaz de cualquier cosa.
Y no paró el trajín. Cuando pudo salir Sharon, se notó, y de qué manera. Después del desayuno fuimos a visitar a Wuan, y junto a su cama estaba Sharon. El ex ministro norcoreano estaba debatiéndose entre la depresión y el miedo por recibir la siempre temida visita de Sharon, completamente arrepentida de sus actos, que sujetaba la mano del oriental pidiéndole sinceras disculpas. Una fría punzada me atravesó de arriba abajo al encontrarla allí. No supe asimilar la razón exacta de esa sensación. Por un lado tuve miedo, pues era la tercera vez que nos encontrábamos en el Centro, y en las dos anteriores estuve a punto de morir; por otro lado sentí un hormigueo en el estómago que hacía tiempo que no experimentaba y que me resistí a reconocer como amor o algo parecido; y en último lugar percibí el miedo que sentía Wuan, rememorando el afilado y certero navajazo en su costado. Una orgía de empatía que me puso de muy mal humor, pues suficiente tenía con aquellos sentimientos hacia Sharon como para empezar a sentir el sufrimiento de Wuan como mío propio. Lo peor que me podía pasar era encontrarme con ella sin saber aún si la amaba o la odiaba. Y lo peor que le podía pasar a Wuan es lo que ocurrió a continuación: Raimundo volvió a perder el control de su mente y convirtió el pijama de Sharon en un vestido sobrio y elegante, pero dotado de un generoso escote, casi tan generoso como el tamaño de sus pechos. Esto no impresionó a Wuan, supongo que el miedo le visitó con un atuendo más provocativo. No contento con el cambio de vestuario y excitado por su resultado, Raimundo lo transformó en un traje de baño de quitar el hipo, lo que nos provocó una erección instantánea a los hombres allí reunidos, y además, la pérdida del control de los esfínteres de Wuan, que volvió a temer por su vida. El pequeño norcoreano entró en parada cardiorrespiratoria y nadie tuvo la suficiente capacidad de reacción para poner en marcha el mecanismo de alarma, o para interesarse por él. La confusión volvió a aparecer y, mientras Wuan dejaba de vivir, los demás corríamos en círculo por la habitación, hasta que fue Raimundo quien la atrapó y besó apasionadamente. Algo confusa al principio, Sharon se dejó llevar por el efecto afrodisíaco que su traje de baño nos causó, y lanzándose en plancha sobre Raimundo se unieron en amoroso y escandaloso vínculo. Fue la enfermera quien accionó el timbre de emergencia y socorrió al ex ministro, eso sí, sin poder evitar los sofocos.
Wuan sobrevivió una vez más y prohibieron toda visita por bienintencionada que demostrara ser.
Ya en mi dormitorio me di una ducha fría y pasé el resto del día lamentando mi mala suerte. No me quitaba de la cabeza a Sharon, aun habiendo demostrado su peligro en cada aparición. Y además sentía que entre Raimundo y yo se estaba abriendo un abismo. Acunado por mi tristeza me quedé dormido hasta que apareció Gladys nada más empezar el turno. Al menos no pasé la noche solo.

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