miércoles, octubre 04, 2006

Celos

Hoy he vuelto del curro de mala hostia. Pensaba escribir sobre mi estado de ánimo cuando llegase a casa pero de camino, dándole vueltas al asunto, he llegado a la conclusión de que mi mosqueo, en un 90%, era por mi culpa, así que, a callar. Pero el mosqueo se ha instalado en mi casa, se ha zampado mi comida y ahora me agobia observando lo escribo surfeando mi hombro izquierdo. Tiene que haber algo aparte de asumir mi parte de culpa para conseguir un equilibrio emocional medianamente apto. Mientras lo pienso os hablo de otra cosa.

El miércoles 27 de septiembre fue mi última visita al dentista después de nueve meses, prácticamente lo que llevamos de año. Nunca he sentido pánico a los dentistas ni al molesto sonido que emiten sus ofensivos instrumentos de trabajo, pero de ahí a echarlos de menos... El otro día cuando terminó mi consulta, esperando a la auxiliar para pagar lo que debía, vi cómo entraba el siguiente paciente y cómo era presentado al dentista. No se conocían, era su primera visita. Sentí en mi interior un desasosiego comparable al que se siente cuando encuentras a tu pareja en tu cama practicando sexo consentido con un desconocido (para tí) cuya apariencia te recuerda a tí mismo. Celos. Y pude ver la mueca amistosa que le dedicaba al intruso, la misma que me dedicó a mí la primera vez que me trató. Pensé: "se acabó". Pero lamentablemente olvidamos un asunto, que yo fui al dentista porque tengo brusismo, que es algo así como apretar los dientes unos contra otros y rechinarlos durante la noche, cargándotelos, y, una vez terminada la reparación dental, necesitaba una protección para mis parcheados a base de bien y flamantes dientes. Necesitaba que me hicieran, con un molde de mi piñata, una férula de descarga, algo parecido a lo que llevan los luchadores de boxeo y algunos ministros para protegerse la dentadura en un combate. Así que llamé ayer y me dieron cita para el próximo miércoles. ¡Me va a oir!

No hay comentarios: