domingo, septiembre 09, 2007

17. Como mirarse en un espejo.

Sharon no tardó en aparecer. Su rehabilitación no incluía el cuidado del aspecto físico, e hizo acto de presencia completamente despeinada, con una camiseta de superman y con unos ajados calzoncillos de su amante. Por un momento temí lo peor e imaginé que Raimundo llevaría las bragas de Sharon. Asomé la cabeza por debajo de la mesa y comprobé que me equivocaba. No llevaba puestas las bragas de Sharon, no llevaba nada puesto. El miembro viril apoyaba su cabeza exhausta sobre la silla, aunque había tenido la deferencia de colocar una servilleta sobre ésta para evitar la vergonzosa condensación, amén de otras humedades, que produciría su entrepierna en contacto con la silla. De repente, como si mi indiscreción le hubiera despertado, comenzó a desperezarse y a erguirse cruzando nuestras miradas y desafiándome en una demostración de fuerza que me ofendió. Incluso levantó otra servilleta que reposaba sobre uno de los muslos de Rai hasta encontrar la parte de debajo de la mesa y atraparla entre esta y su ariete. Sharon estaba besando dulcemente a Raimundo y de ahí su excitación. Además no llevaba sostén y sus pechos, que con el agitado latir de su corazón ante la tierna caricia de los labios de Rai, saltaban rítmicamente debajo de su ajustada camiseta creando lógica inquietud en los pocos que allí estaban. Yo estaba ocupado con mi inquietud y no sufrí los efectos de los pechos de Sharon, que Dios los mantenga firmes por mucho tiempo.

- “Murray, qué haces”, saludó Sharon.
- “¿Eh? Ya. Nada. Disfrutar nuevamente de los efectos eróticos que causa tu indumentaria y el roce de tu piel con mi amigo Raimundo”.
- “¿Volvéis a ser amigos?”.
- “Sólo teníamos que hablar un momento para volver a lo de antes”, dijo Raimundo tratando con verdadero esfuerzo de rescatar la servilleta del yugo de su altivez genital.
- “Veo que no te ha afectado mucho mi relación con Raimundo, Murray.”
- “Lo que es tu relación con él, no me afecta, me afectaron vuestros gemidos y los gemidos de la cama y los de las paredes, que no sé cómo conseguían seguir en pie. De todas formas estoy ahora mismo aquí porque no podía dejar de lado mi amistad con Rai. En realidad me alegro de que estés tan bien con él, de algún modo me siento más seguro con la situación como está ahora mismo.”
- “Me refería a los gemidos que dabais tu muchacha o muchacho y tú, y tu cama, y el mobiliario de tu habitación y las paredes de ésta.”
- “No sé de qué estás hablando.”
- “Venga Murray, que llevas dos noches que no hay quién se concentre.” Interpeló Raimundo.
- “Sabemos que estás teniendo una aventura con alguien de aquí dentro. Y Gladys no atiende al timbre del control mientras se produce ese escándalo. Lo que nos tiene en ascuas es lo que pueda pasar con Graham, porque quizás deje de pasarse por tu cuarto a partir de ahora, como hace cada noche. Como hizo anoche.” Esto último lo dijo recalcando cada palabra, como si supiera todo lo que pasó.

1 comentario:

Amador Aranda Gallardo dijo...

Hola. He entrado en tu blog por casualidad, y nada..ya le echaré un vistazo más a fondo. Era solo para decirte que he visto tu perfil y que tienes muy buen gusto literario, es decir, igual que el mío. un saludo.