domingo, enero 18, 2009

A los que sueñan

Susana accionó la pieza metálica que abría las puertas y le encontró de espaldas. Se sentó enfrente y le dijo:
“Vaya, estás despierto.”
Iván se sorprendió:
“¿Esperabas que estuviera dormido?”
“No, soñando.”
“La verdad es que todo esto parece un sueño. ¿Te has cruzado por la calle con alguien esta mañana?”
“La verdad es que no. Ni en el Metro. ¿Has soñado alguna vez que estás soñando?”
“Pues, no.”
“Yo tampoco, pero he confundido alguna vez la realidad con un sueño, como ahora mismo.”
“¿Quieres que te pellizque?”
“Todavía no. Vamos a hacer una cosa, si sube alguien en la próxima estación es que estamos viviendo algo real; si no, se trata de un sueño.”
El tren apareció en la estación y vieron únicamente a dos viajeros parados en el andén, que subieron en otro vagón. Susana dijo:
“Vaya, pues es un sueño”
“¿Qué te hace pensarlo? Están justo detrás, existen.”
“Pero no en nuestro espacio. Es posible que ellos estén viviendo su propio sueño o que allí al lado se encuentre la realidad.”
“Entonces, en la siguiente nos cambiamos a ese otro vagón.”
A ella le gustó que le contradijera, significaba que estaba siguiéndole el juego. En la siguiente parada corrieron al coche posterior y se sentaron enfrente de aquellos dos pasajeros. Al ver que estaban dormidos Susana se puso a dibujarles. Iván vio que uno de ellos sostenía sobre sus rodillas un cuaderno con un retrato. Se acercó y era justo el que él mismo había hecho un par de días atrás. Después buscó a Susana y no la encontró, solo estaban los dos viajeros desconocidos y él. Después se fijó en el otro viajero y era Susana, pero estaba muerta. Asustado, se puso frente al que sostenía el cuaderno y descubrió que era él mismo y que estaba soñando.
A media mañana, Iván y Susana despertaron en la estación donde habitualmente toman el tren para ir a trabajar, cada uno en la suya. Él dejó pasar varios trenes hasta que la encontró en uno de ellos.

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